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jueves, 4 de diciembre de 2014

¿He sido yo? (critica con humor)


Hola, niños y niñas (marichachis, bolliguays y otros seres derivados). Soy Coco y ésta es mi Jaca Paca. Esta semana hemos venido de Barrio Sésamo y le hemos dado una patada en el ojete a Carlitos, el autor de esta columna. Yo tenía muchas ganas de venir aquí con objeto de hacer vuestra vida mejor. Os iba a enseñar aquello del "dentro" y "fuera", pero me da a mí que estáis muy avanzados en el metesaca (pervertidos, guarros, eso es lo que sois). Así que me he propuesto velar por vuestra integridad mental. Chiquitines y chiquitinas, el mundo es un lugar extraño y sórdido en el que Andy y Lucas venden mogollón de discos, Amaia Montero se exfolia la cara con panceta (de ahí los brillos) y entes como Rouco Varela respiran e incluso son sacados a la calle a pasear sin bozal ni nada. Es una cosa terrible y apocalíptica: necesitáis mi protección.

Lo que vamos a contaros es algo de lo más básico, como de primer día de clase de parvulitos. Antes de que nos enseñaran a leer las vocales (para terminar a los taitantos leyendo libros de maricones como éste) y a usar los plastidecor buenos, los putos niños ya teníamos una cosa muy clara. No, esa cosa no consistía en saber quién era el sarasa de la clase (no hay aula que se precie que no tenga uno, bien amanerado, para atormentarlo y eso). Esa cosa era que todo acto tiene consecuencias. Y lo aprendimos muy bien porque cuando nos portábamos mal nos castigaban. Cuando no llevábamos los deberes hechos nos ponían un negativo, que era un palito taco de chungo junto a nuestro nombre que daba muy mal rollo. Y si nos poníamos en plan coñazo nuestros papis se enfadaban con nosotros. A veces poníamos caras de inocentes pero al final nos la cargábamos. Es ley de vida: causa-efecto.

Por ejemplo, comer mucho durante un tiempo prolongado hace que te pongas gordo como un zollo y que necesites tanto photoshop como Mariah Carey. Si te pones a dar vueltas mirando a la lámpara y con los brazos extendidos en medio del salón, te mareas y vomitas (quien quiera que lo compruebe, ¿eh? Si eres mi ex, tienes que probarlo obligatoriamente). Si escuchas muchas veces un disco de Álex Ubago llorarás mucho y querrás cortarte las venas con una cucharilla oxidada. Si le metes la lengua a un tío superhetero, lo más probable es que te rechace o, en su defecto, que te parta la boca y te ponga las muelas del juicio en el cerebelo. 

Pues esto, que como veis es hipercomplicado y no apto para seres de cociente intelectual inferior al de Stephen Hawking, se aplica también a la vida diaria en general y, en concreto, a las relaciones personales. Ya sabes, esas que tenemos con otras personas. ¿Cómo? ¿No sabíais que en el mundo había más gente aparte de vosotros y que no sois los protagonistas de una serie en la que todo gira en torno a la pelusilla de vuestro ombligo? Claro, con razón. Pues bueno, resulta que cuando te haces mayor y maduras (eso que hacen las frutas, pero en personas), tienes relaciones con tus semejantes y lo que tú haces afecta a esas personas. Si eres bueno, la gente te quiere. Si eres un capullo, la gente pasa de ti. Si eres un plasta, la gente te aguanta lo justo. Si invitas a cañas, te llaman seguro. Esas cosas.

Por ejemplo, si le pongo los cuernos a mi novio y me pilla con las manos en la masa o si le hago una putada a mi amigo lo más lógico, la consecuencia más elemental, es que se enfaden conmigo. ¿Verdad? ¿Verdad? ¿VERDAD? Pues no, porque al parecer hay mucha gente pululando por el mundo que piensa que cuando hacen algo malo se les tiene que pasar la mano y no tiene por qué haber consecuencias. Resulta que hoy en día lo de tener 20, 30, 40 o 50 años y las partes bajas más negras que el sobaco de un grillo no es indicativo de madurez emocional y el personal sufre del típico complejo del niño mimado, según el cual ellos hacen lo que les viene en gana y esperan que el resto de los individuos de su entorno simplemente se lo consientan sin más, sin pedirles explicaciones o sin exigirles que apechuguen con las consecuencias de lo que han hecho. Ellos hacen y deshacen a su antojo y a continuación escurren el bulto. 

Por eso, muchas veces viene tu novio o un amiguete después de haberte hecho una putada, de habértela dado con queso o de haberla liado parda y pretenden actuar como si no hubiera pasado nada. Con un simple "perdona" creen que lo arreglan todo y que ya están en todo su derecho de exigirte la absolución plena. Y si por un casual tú los miras con una gota de sudor de cinco litros colgando de la sien izquierda y pidiendo explicaciones con cara de bulldog (lo lógico de cuando te tocan las pelotas, vamos), ellos responden que joder, que hay que ver cómo te pasas, que tampoco es para tanto, que estás sobreactuando, que eres demasiado intransigente, que te lo tomas todo demasiado a pecho, que eres un dramático… Total, tío, si tampoco es para ponerse así, no es para enfadarse… Ya sé que te he puesto los cuernos, cari, pero qué son unos cuernos hoy en día, si los pone todo el mundo… y además a ti te quedan muy bien, te favorecen un montón y te hacen juego con la cara de gilipollas… O rollo yo no me merezco que me dejes de hablar y que pases de mí. Qué pena de mí, que lo estoy pasando fatal, tía, y tú ahí superduro conmigo, sin hablarme, y todo porque te drogué, te quité un riñón y lo vendí en el mercado negro para comprarme unas entradas para el concierto de Mónica Naranjo… ¡Entiéndelo, es Mónica Naranjo!

Hasta es probable que el personaje que te haya hecho la putada se te ponga a llorar porque, por si no te habías dado cuenta, la víctima de la situación no eres tú, sino él. O, al menos, eso quiere hacerte creer y por eso pone cara de cordero degollado, de “¿he sido yo? ¿Cómo voy a ser yo, con lo que te quiero y lo bueno que soy?”, como los niños que son muy listos y que manipulan a sus padres para que se sientan unos malvados y no los castiguen. Para que nos entendamos: yo te hago la putada y tú te enfadas conmigo y el malo de la película eres tú por enfadarte, no yo por comportarme como un animal de bellota. Tócate los huevos, Mariloli. Hasta la Jaca Paca se ha quedado cariacontecida con la poca vergüenza que hay que tener para actuar así (imaginaos a una jaca cariacontecida, es muy duro).

Total, que seres de este tipo los hay a mogollón; reciben el nombre de manipuladores e intentan eludir su responsabilidad. Pero que no os engañen: las acciones tienen consecuencias y si te tocan los cojones lo menos que puedes hacer es reaccionar y mandar a la mierda al que te los toque. Y si no, que el tipo se hubiera metido las manos en los bolsillos, que somos todos ya muy grandecitos para saber lo que nos hacemos y lo que vamos haciéndoles a otros por ahí. 

Madurar y comportarse como un adulto es gratis. Por hacer daño a los demás, en cambio, hay que pagar un precio.
Fuente: http://amarentiempos.universogay.com/he-sido-yo__07032012.html

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