AREA TEORICA.

AREA TEORICO-PRACTICA DEL JUEGO DE LOS CUERNOS

AREA ERÓTICA

AREA EROTICA HUMEDOFESTIVA (Dentro de cada apartado hay sección gay, lesbica y bisexual. Orientadas al tema del juego de los cuernos)
OTRAS SECCIONES RELACIONADAS. EXPLORACIÓN Y CRECIMIENTO SEXUAL-AFECTIVO

jueves, 4 de diciembre de 2014

Los gays son unos viciosos (critica con humor)



Uno de los típicos tópicos que se manejan es aquel que se refiere a la promiscuidad de los gays, a que todos somos unos viciosos y unos guarros y a lo poco predispuestos que estamos en general a comprometernos en relaciones de pareja. Lo habrán oído por todas partes. No sé si conocen ustedes el chiste aquel: ¿Qué se lleva un gay a una segunda cita? Un tercer marica. Porque nos encanta hacer tríos y orgías y somos unas cerdas de nivel máximo, claro. En contraste, tampoco podemos desgajarnos del típico tópico que asegura que las lesbianas están ansiosas por comprometerse en relaciones de pareja. No sé si conocen ustedes el chiste aquel: ¿Qué se lleva una lesbiana a una segunda cita? La maleta con todas sus cosas para mudarse. Porque las lesbianas, como mujeres, no practican el sexo, sino que se enamoran todo el rato y se comprometen a la mínima (nótese la ironía).

Evidentemente, yo no pretendo hacer apología en esta columna sobre tópicos, aunque muchos estereotipos esconden algún grado de verdad. Puede que sea cierto que los gays, en general, tienden a ser más promiscuos que las lesbianas, pero esto no se debe a la orientación sexual, como se cree erróneamente. Mucha gente piensa que los maricones, como sodomitas de pro, hijos de Belcebú y enfermos mentales depravados, nos dedicamos a follar sin ton ni son y que nos lo montamos con nuestro médico y hasta con el carnicero del Supersol (al parecer, mientras nos hace filetes una pechuga de pollo, nos ponemos de rodillas y le practicamos una felación, como ritual de agradecimiento o algo). Se comenta que, biológicamente hablando, somos así de impulsivos y ultrasexuales, unos guarretes, unos viciosos y unos pervertidos que sólo pensamos en meterla en caliente. De hecho, no sé cuántas veces he oído eso de es que los maricones lo tenéis mucho más fácil, llegáis al cuarto oscuro y topáis, vais a lo que vais (claro, los maricas ni tenemos citas, ni cenas, ni estrategias de cortejo, ni nos abrimos perfiles, ni invitamos a una copa, ni nos presentamos en plan “estudias o trabajas”, ni hablamos, ni nos sonreímos, ni nada: sólo metesaca). Esto ocurre porque el imaginario colectivo ha interiorizado que los hombres homosexuales somos promiscuos, venimos así de serie, mientras que las mujeres (lesbianas y heteros) y los hombres heterosexuales no lo son, o lo son en menor medida. Sin embargo, la realidad es otra muy diferente.

Porque lo cierto es que esto, lo de follar con mucha gente, no es patrimonio exclusivo de los maricones; es, más bien, una seña de identidad de los hombres (tanto homosexuales como heterosexuales), al menos en esta sociedad. El compromiso, los sentimientos y las emociones son atributos tradicionalmente femeninos. El amor en sí, así como el romanticismo, ha sido desde siempre más propio de mujeres. Muy recurrente es el tema central de numerosas tramas de películas, series, canciones y novelas en las cuales mientras ella cree ciegamente en el amor, se imagina de blanco y espera que su novio le pida matrimonio, él siente un montón de dudas porque asocia eso de casarse, el compromiso por excelencia, a una especie de castración: una pérdida de virilidad. El hombre que se casa es un poco menos hombre. Recupera su hombría cuando es infiel o, al menos, así es cómo se percibe socialmente. Por eso el adulterio y la infidelidad es una práctica más frecuentada por hombres.

Y si a los hombres ya les cuesta reconocerse amando a una mujer, no les digo ya el trabajo hercúleo que se les presenta cuando el objeto de amor es un hombre. Óscar Guasch, un señor que es muy sociólogo, mantiene teorías muy interesantes al respecto en Héroes, científicos, heterosexuales y gays. Gracias a nuestra educación y socialización, los hombres tienen más predisposición a sentirse inseguros y a salir corriendo como alma que lleva el diablo cuando hablamos de amor y sentimientos; inseguridad que se duplica en el caso de que el objeto de amor sea otro hombre. No sólo estoy hablando de relaciones homosexuales, sino que quiero referirme también a ese otro caso tan típico de los dos amigotes completamente heteros que se muestran incómodos y que no terminan de reconocer expresamente que sienten amor el uno por el otro, aunque se trate de un amor meramente fraternal o amistoso. Por mucho que nos guste alardear de cuánto hemos avanzado, aún está vigente la idea de que los hombres de verdad no quieren a otros hombres de verdad, no tienen sentimientos hacia otros hombres. Sigue siendo extraño ver a dos hombres manifestarse afecto mutuo y si lo hacen se subraya mediante gestos y distancia, “sin mariconadas”. Tal y como dice Guasch: La homofobia es mucho más que odiar a los gays. La homofobia es el temor de los varones a amar a otros varones. 

Los gays también somos homófobos. Nos aterra admitir que amamos a otros varones en tanto en cuanto el mundo de los sentimientos, el romanticismo y el amor nos resta virilidad y credibilidad en nuestro papel de machotes. Un papel que nos causa mucho estrés, puesto que los gays vemos cuestionada nuestra virilidad constantemente, desde que somos pequeños. Los maricones nos preocupamos muchísimo por cuestiones como la pluma y parecer unos machotes. La feminidad nos aterra tanto o incluso más que a los heteros. Y los machotes son, por definición, infieles y promiscuos, más sexuales; pero no porque sean más guarretes biológicamente hablando, tengan que expandir su semillita, eludan natural e impulsivamente el compromiso y les guste follar más que a las mujeres, sino porque el sexo, el placer sexual sin amor, ha sido tradicional y exclusivamente patrimonio masculino. 

Así que la promiscuidad, la infidelidad, la soltería y eludir el compromiso se convierten en comportamientos que reafirman la hombría y la virilidad. Comportamientos que, tal vez, los gays exageremos y llevemos al extremo sólo porque se cuestiona nuestra hombría con más fuerza y con más frecuencia, porque albergamos una mayor ansiedad a la hora de acercarnos a la imagen del machote, no parecer nenazas y no ser tratados de modo despectivo. 

Aunque, esto, claro, no es más que una hipótesis...
FUENTE: http://amarentiempos.universogay.com/los-gays-son-unos-viciosos__13042011.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario